miércoles, 21 de abril de 2021

¿Qué es la gordofobia? 1. Discriminación social y familiar.

La gordofobia es una opresión sistémica y estructural que sufrimos las personas gordas por el tamaño de nuestro cuerpo.

La primera muestra de esta opresión que sufrimos y que es obvia para todo el mundo, es la discriminación social y familiar debido al argumentario - fomentado por la ficción, la publicidad y las redes sociales - que se ha construido alrededor de las personas gordas. Dicho argumentario consta de creencias como las siguientes:

  • Todas las personas gordas están insanas, en contraposición a la delgadez, que es salud.
  • La obesidad es una enfermedad.
  • Las personas obesas son vagas y faltas de fuerza de voluntad.
  • A las personas gordas les gusta demasiado comer.
  • Las personas gordas no se quieren a sí mismas, de ahí que no cuiden su cuerpo.
  • Las personas obesas tienen más tendencia que las personas delgadas a sufrir gran número de enfermedades (entre ellas, la covid19).
  • Las personas gordas se han abandonado.
  • Las personas gordas son tontas o poco inteligentes, pues no saben cómo estar delgadas, que es la idealidad.
  • Las personas gordas son sucias y huelen mal.
  • Las personas obesas no pueden estar sanas ni en forma.
  • El peso de las personas gordas es una cuestión de salud pública y, como tal, todas las personas estamos legitimadas a comentarlo y dar consejos.
  • Las personas gordas no son merecedoras del mismo respeto y consideración que las personas delgadas.

Hoy no voy a entrar a rebatir punto por punto las afirmaciones arriba escritas, pero sí diré que estas premisas falsas, de tan repetidas, han llegado a consagrarse como verdad única en el imaginario colectivo. Y, a lo largo de nuestra vida, nos encontraremos infinidad de ocasiones en las que se nos comunicarán uno o varios de estos puntos, interfiriendo en nuestro desarrollo normal como personas.

Obviamente, esta situación es altamente desagradable para quienquiera que la sufra. Ser informadas de manera persistente de la invalidez de nuestros cuerpos como poco cansa y, en la mayoría de los casos, llega a causar problemas de autopercepción, de autoestima, e incluso de salud mental, que pueden llegar a reflejarse en la salud física - como ocurre con los TCA (Trastornos de Conducta Alimentaria) -.

Pero eso es sólo la punta de un iceberg que está profundamente sumergido en nuestra sociedad. La gordofobia se refleja también en los siguientes ámbitos, que iré analizando en siguientes posts:

  • Acoso escolar y laboral.
  • Discriminación médica.
  • Discriminación laboral.
  • Discriminación romántica.
  • Discriminación espacial. 

Fotografía de Elena Castro

Realmente, mi intención inicial era dar respuesta a la pregunta «¿Qué es la gordofobia?» en un solo artículo, pero a media que iba escribiendo (9 folios ya) me he dado cuenta de que el tema es más extenso. Me gustaría que los siguientes posts tuvieran también parte de vosotras, que me contaseis vuestras experiencias, si creéis que se podrían añadir más premisas falsas al argumentario, si hay más ámbitos de los indicados en los que sufrimos especialmente la gordofobia. Si quieres contarme tu experiencia, la incluiré en el apartado correspondiente. Quiero que entre todas demos visibilidad y contribuyamos a llenar la red de reivindicaciones antigordofobia. Gracias de antemano ❤️ 

Podéis dejar vuestros comentarios aquí, en mi MD de Instagram, o por correo: castro.elena@live.com

viernes, 9 de abril de 2021

¿Piropo o acoso callejero?

Como ya sabes que yo necesito siempre agarrarme al dato objetivo para comenzar a hablar de algo, voy a contarte de dónde proviene la palabra «piropo».
Según la RAE:
Del lat. pyrōpus 'aleación de cobre y oro de color rojo brillante', y este del gr. πυρωπός pyrōpós.
1. m. Dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer.
2. m. Variedad de granate de color rojo intenso.
(Esta definición le encantaría (nótese la ironía) a María Martín, la autora de “Ni por favor ni por favora”, que tiene una batalla personal - y política - contra la asimetría de trato de la RAE hacia los sexos).

Vale, sabemos cuál es su definición actual y cuál es su origen latino y griego. Pero, ¿cómo se convierte una piedra en un «dicho breve que bla bla bla bla»? Pues según María Soukkio, lingüista de la Universidad de Helsinki (Finlandia), que realizó una investigación denominada «El piropo. Un estudio del flirteo callejero en la lengua española» en 1998, a través de la utilización del símil del rojo de dicha piedra con las mejillas de la mujer galanteada. Quien primero hizo tal cosa fue el biólogo y escritor español Benito Arias Montano a finales del s. XVI, en una serie de versos que publicó. Se ve que esto creó escuela, y que otros chavales de la época imitaron tales versos para dedicárselos primero a sus novias, luego a mujeres que simplemente se encontraban por la calle. Más adelante, incluso Calderón y Quevedo recurrieron a tal símil, y tanto lo utilizaron los escritores, que finalmente la palabra «piropo» entró en el diccionario en 1843 con definición similar a la que conocemos hoy (lamentablemente no la he encontrado, y habría que verla, porque si la de hoy ya rezuma machismo, ni me imagino cómo sería aquella original).

El piropo fue evolucionando y cambiando con el tiempo. De los versos originales con intención de conquistar a la mujer amada, se fue acortando su longitud para hacerlos más versátiles, y han llegado a nuestros días cargados de sátira y componentes sexuales. Vamos, que cuando muchos y muchas se quejan de que «ya no se les puede decir nada a las mujeres, siempre se han dicho piropos y no ha pasado nada» no tienen en cuenta que aquellos piropos en forma de versos, que tenían más sentido en aquella época que en la presente, no son los mismos que los que se escuchan hoy, breves, ofensivos y sexualizantes.

Cuando digo que tenían más sentido en aquella época que en la presente hago referencia a que el rol de la mujer - afortunadamente y gracias al poco comprendido feminismo - ha ido cambiando. No hace tanto que a las mujeres se las educaba única y exclusivamente para buscar marido y ser madres, por lo que su principal preocupación en su juventud era resultar atractivas a la mirada de los hombres, con la esperanza de ser elegidas por alguno para cumplir con el destino que les esperaba. De modo que recibir un piropo al asistir a eventos sociales o simplemente caminando por la calle, era una oportunidad de tener pretendiente, o al menos una aprobación de un hombre que indicaba que iban por el buen camino. Me pongo en el lugar de esas mujeres y comprendo que si su función en ese momento era resultar agradable a los hombres, tal como habían sido enseñadas, un halago de uno de ellos era el mejor cumplido que podrían recibir.

Pero las mujeres de hoy en día distan mucho de aquellas. Las nuevas generaciones se rebelan contra la educación patriarcal que nos quiere guapas y calladas, y buscar un hombre ya no está entre nuestras prioridades. Somos trabajadoras, amigas, emprendedoras, hermanas, luchadoras, creadoras de nuestro propio destino, personas en definitiva, y no necesitamos la aprobación de un hombre a través de la sexualización de nuestros cuerpos en momentos en los que no estamos ni remotamente pensando en ligar.

Así que tenemos piropos que han evolucionado hasta ser poco más que babosadas cromañónicas gritos ofensivos, y un escenario social distinto en el que las mujeres no son el objetivo a conquistar, sino las iguales con las que convivir.

Una de las herramientas que podemos utilizar para averiguar si algo es machista o no, en el caso de que nos produzca dudas, es hacer una inversión de sexo. Es decir: ¿cómo nos suena imaginar a un hombre piropear a otro hombre? O, ¿nos rechina pensar en una mujer piropeando a un hombre? Yo sé que aquí muchos responderían sin miramientos lo que saben que no queremos oír, y pondrían ejemplos como que «en mayo del 98 a mí una mujer o grupo de mujeres me dijo que». Pues mira, José Luis: las mujeres no tenemos que remontarnos a un momento histórico de nuestras vidas, sino que podemos pensar en ayer o la semana pasada para traer a la mente diez casos propios o ajenos que habíamos tratado de ignorar por seguir viviendo. Nadie dice que no se den esos casos, sino que señalamos la sensación que nos produce por lo poco habitual, y el concepto que nos viene de una mujer que hace eso en comparación con el concepto que tenemos de la misma acción en un hombre.

El peor de los escenarios de un piropo que se nos viene a la cabeza es el de caminar solas por una calle poco transitada y/o a una hora tardía, y escuchar de repente palabras de intención sexual por parte de un desconocido, acompañadas de gestos obscenos, seguimiento con la mirada e incluso con el cuerpo. Por poco que dure el hecho, en esos eternos segundos una mujer tiene que valorar, primero, si considera que esa persona se va a limitar a comentar o puede que entre en acción, y en función de qué puede entrar en acción - si nos callamos o le contestamos airadamente -, para acto seguido evaluar las opciones de huída.

Ya solo por esto, los hombres de este mundo tendrían que plantearse si merece la pena abrir la boca para decir una chorrada a cambio de todo el miedo que están generando en una persona. Los hombres responsables cruzan de acera o cambian de sentido al ver a una mujer caminando sola, para no asustarla.

Pero tenemos otros escenarios menos extremos en los que no queremos un piropo PORQUE NO LO HEMOS PEDIDO. Imagínate ir caminando hacia una entrevista de trabajo, con todo el nerviosismo que eso genera, repasando mentalmente tus logros profesionales, tu currículo, los temas que quieres tratar, la información que has aprendido de la empresa y tratando de olvidar por un momento la brecha laboral. Y de repente, zas «qué rica estás, es que te cogía y te ponía mirando a Cuenca». En menos de 2 segundos has sido reducida a la sexualidad de tu cuerpo y te planteas si para los hombres hay alguna categoría más allá de mujer follable o no follable, y si eso puede interferir a la hora de buscar trabajo, dado que tienes una entrevista en 10 minutos. Y a eso súmale el enfado por la frase tan soez que te han dicho, la falta de respeto y el abuso de tu espacio, que ya te estabas esforzando en ocupar con cierta dificultad, pero que ese señor ha conquistado en 2 segundos con una sola frase.

Una pregunta que nos hacemos de manera recurrente las mujeres es qué pretenden los hombres conseguir con los «piropos» no pedidos a mujeres en la calle. ¿Buscan una relación afectiva, sexo rápido o simplemente molestarnos? Voy a dejar aquí un vídeo que muestra el acoso que sufre una mujer caminando en un día normal por una ciudad como Nueva York. Tras 10 horas de pasear por la ciudad, con un gancho con cámara oculta frente a ella, obtienen 2 minutos de vídeo en los que se observa el tipo de comentarios que ha sufrido y las reacciones a las respuestas que ella ha dado. La mayoría parecen sorprenderse de que la mujer tenga vida y contraataque.




Muchos hombres argumentan que los piropos forman parte del ritual de apareamiento y que es labor suya realizarlos o la especie se extinguiría. Este argumento se parece mucho al de «los leones comen carne en la selva» o al de «si no existiese la tauromaquia, los toros se habrían extinguido», principalmente en que ninguno de ellos tiene sentido alguno.

La ONG Plan Internacional - de apoyo al desarrollo de niñas y niños - realizó un estudio sobre el acoso callejero en España y Bélgica, del que se obtuvieron los siguientes datos: un 84% de las mujeres españolas han sufrido acoso callejero, frente al 91% de mujeres belgas. El 49% de las mujeres madrileñas están ya acostumbradas al acoso (lo que facilita que sea normalizado y se dé por inevitable, desviando a las mujeres la responsabilidad de esquivarlo). En 4 de cada 10 situaciones hay contacto físico en dicho acoso. «[…] el resto engloban miradas insistentes, silbidos, acercamientos y comentarios groseros» (https://elpais.com/planeta-futuro/2021-02-11/estamos-hartas-de-sentir-que-la-calle-no-nos-pertenece.html). Si quieres saber más, puedes visitar la página del proyecto en el que se enmarca este estudio: Safer Cities for Girls.

Quizá a estas alturas sea interesante saber que en marzo de 2020, la Ministra de Igualdad, Irene Montero, presentó el anteproyecto de la Ley de Libertad Sexual - que incluye el acoso callejero como delito - al Consejo de Ministros, que ya en febrero de este año obtuvo la aprobación del Consejo General del Poder Judicial. Aún quedan algunos pasos para ser convertida en ley, pero de llegar a serlo, el acoso sexual ocasional, producido en la calle, discoteca, trabajo, etc., será sancionado con arresto domiciliario, servicios a la comunidad y multas.

El piropo no cumple su función de halagar si la persona que lo recibe no lo desea. Así que, aunque no lo comprendan, hombres del mundo, escúchennos y respeten nuestras emociones, y reserven sus piropos para sus seres queridos, hombres y mujeres.

martes, 30 de marzo de 2021

Brecha salarial

*Este artículo fue entregado en origen para evaluación del Módulo 6. Igualdad de Mujeres y Hombres. Participación Política, Social, Cultural y Económica del Diploma de experto en Igualdad y Género: formación de Agentes de Igualdad de la UNED, obteniendo una calificación de 90/100. 


En España, la brecha salarial se coloca, según los últimos datos del INE de 2017, en un 21,92%. Es decir, las mujeres en España ganan de media anual un 21,92% menos que los hombres - 15,1% en datos por hora -, lo que equivale a trabajar 51 días gratis al año respecto a aquellos. 


Entre los datos facilitados por el INE encontramos varios puntos clave:

  • La presencia de mujeres es superior a la de hombres en los salarios más bajos, las proporciones se invierten a partir de quienes perciben como máximo dos veces el SMI. 
  • El número de mujeres a tiempo parcial es muy superior al número de hombres -30% de mujeres frente al 8% de hombres-, siendo la brecha en esta modalidad de 7,71%. Cuando se trata de jornada a tiempo completo, los valores se invierten y la brecha se sitúa en 11,49%.
  • La brecha salarial para los contratos indefinidos se sitúa en 23,45%, y baja hasta 11,8% en los contratos temporales
  • Los sectores Actividades Sanitarias y de Servicios Sociales, Educación  y Comercio están altamente feminizados. «Los tres sectores combinados absorben a más de un tercio de la fuerza laboral femenina» (Eurofund).
  • De manera excepcional, en el sector Industrias Extractivas, la presencia de la mujer es mucho más escasa -1800 mujeres frente a 29300 hombres-, pero la brecha salarial es de 9,75% favorable a las mujeres. Esto se explicaría por la mayor presencia de ellas en los puestos más cualificados. 
  • Del total de las personas con empleo, las mujeres poseen un título universitario en el 48% de los casos, mientras que entre los hombres solo el 37,82% posee una licenciatura o un grado. A pesar de ello, en todos los niveles de estudios, el salario de los hombres fue superior al de las mujeres.
  • Techo de cristal: solo el 1,81% de las asalariadas consiguen promocionar a Directoras y Gerentes, frente al 3,18% de los hombres. Pero al llegar se encuentran con una brecha salarial del 22,67%, por realizar solo 2 horas menos de trabajo a la semana.

Brecha salarial. Fotografía de Elena Castro.

Estos seis puntos pueden ayudarnos a dibujar la realidad de las mujeres en España. Como vemos, las mujeres sufren más temporalidad, más parcialidad e incluso constituyen el 62,2% de los trabajadores con Low Pay Rate. Y todo ello a pesar de que están más formadas que los hombres. 


Siguen existiendo profesiones fuertemente feminizadas con una gran carga de cuidados y educación, que es el papel que tradicionalmente se le ha asignado a las mujeres, y que se sigue reflejando en su vida profesional. En estos sectores, la brecha sigue siendo alarmantemente alta, lo que se podría explicar porque los hombres presentes en los mismos tienen un mayor acceso a la promoción y sueldos más altos. 


¿Por qué las mujeres presentan una mayor precarización?

  • El trabajo realizado por las mujeres sigue siendo visto como menos eficaz o especializado, lo que provoca que los sueldos sean en general más bajos en aquellas profesiones más feminizadas, o que las mujeres sigan ganando menos que un hombre por los mismos puestos o equivalentes. Claire Cain Miller puso de relieve que, «a medida que las mujeres toman el control de un área tradicionalmente dominada por hombres, los sueldos bajan». Y viceversa, cuando son los hombres los que toman interés en un área anteriormente dominada por mujeres (como puede ser el área computacional), los sueldos se disparan. 
  • A esto le sumamos que las labores de cuidado y domésticas siguen en gran medida en manos de las mujeres, el trabajo invisible no remunerado que igualmente aporta un gran valor a la sociedad y a los hombres que pueden prosperar profesionalmente sin preocuparse de nada más.
  • El trabajo de los hombres sigue siendo el principal sustento en la mayoría de los hogares, ya que suelen tener mejor sueldo y más estabilidad, lo que ocasiona que las necesidades profesionales de las mujeres estén en un segundo plano en caso de movilidad geográfica o número de horas a realizar, lo que a su vez contribuye a una menor estabilidad. 
  • Más del 90% de las excelencias por cuidados en 2017 han sido solicitadas por mujeres - 49.934 -. Esto, sumado a bajas por maternidad, o períodos de paro por este motivo, deja a las mujeres con serias dificultades para mantener una óptima carrera profesional, o directamente fuera de ella. 
  • Casi el 90% de la población mayor española declara que sus ingresos proceden de una pensión; eso sí, un 98,3% de los hombres de su propia pensión y un 48,3% de las mujeres de la pensión de su cónyuge, lo que deja traslucir la situación de desventaja en que han estado las mujeres durante su vida profesional, y demuestra el riesgo que acarrea para ellas no solo durante sus años productivos, sino también en el momento de la jubilación. 


Esta situación de por sí desigual, se ha visto agravada en los últimos meses a causa de la crisis económica ocasionada por la pandemia, como ya ocurrió anteriormente en otras crisis. De abril a noviembre de 2020, la brecha salarial entre mujeres y hombres aumentó en un 0,4%. Esto deja en evidencia que, en momentos de recesión, las primeras perjudicadas serán las que ya de por sí tenían una situación menos favorecida y que, como decía Simone de Beauvoir, «nunca podemos dar por adquiridos nuestros derechos, pues bastará una crisis política, económica o religiosa para que vuelvan a ser cuestionados». 


«Las medidas de confinamiento impuestas por los Gobiernos para intentar controlar los contagios han afectado de forma desproporcionada a las mujeres, empleadas mayoritarias de sectores económicos dedicados al servicio, de alto contacto social y bajos salarios y que han sido los más afectados por la crisis. Pero no solo han perdido el empleo, sino que las mujeres que continúan trabajando han visto considerablemente mermadas las horas que dedican a ello» (Marisa Kohan). 


Si a esto le sumamos que las mujeres son las primeras que renuncian en el caso de los cuidados, veremos que han sido muchas las que se han visto obligadas a dejar sus trabajos o reducir la jornada para atender a las hijas e hijos que permanecieron sin escolarización durante buena parte de la pandemia. 


«La OIT estima que las mujeres realizan el 76,2% de todo el trabajo de cuidados no remunerado de todo el mundo, dedicándole 3,2 veces más tiempo que los hombres, según un informe de 2018. En España las mujeres dedican de media un 56% de su tiempo a tareas no remuneradas, mientras que los hombres sólo un 30%» (Joana Rei).


La falta de políticas reales de conciliación y el machismo institucionalizado que impera en nuestra sociedad, explican que las mujeres sigan estando por detrás en las tablas, a pesar de constituir el 51% de la población y de ser las que creamos a las personas del futuro. Al ritmo que avanza la reducción de la brecha laboral, necesitaríamos 43 años más para ponernos a la altura de los hombres; eso, si no se suceden crisis como la actual que nos devuelve a la casilla de salida. Habrá que ver si las medidas propuestas por el Real Decreto 902/2020 de 13 de octubre de igualdad retributiva entre mujeres y hombres nos acerca más al equilibrio demandado . 



BIBLIOGRAFÍA


jueves, 25 de marzo de 2021

Os doy la bienvenida a Cajón Sororo

El 21 de diciembre de 2018, la Real Academia Española de Lengua por fin reconoció la palabra sororidad, con la siguiente definición: 


    1. f. Amistad o afecto entre mujeres. 
    2. f. Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.
    3. f. En los Estados Unidos de América, asociación estudiantil femenina que habitualmente cuenta con una residencia especial. 


Demasiado tardó la RAE en añadir esta palabra, largamente utilizada y demandada, que ya había sido reivindicada por Miguel de Unamuno en 1921 en las páginas de La tía Tula


Tras muchos años leyendo sobre feminismo, y formándome ahora en Igualdad por la UNED, sororidad ha sido siempre la palabra que más ha resonado conmigo. Y creo que lo ha hecho porque me parece la base de la lucha feminista, una perfecta condición que todas las mujeres podemos alcanzar con cierta facilidad ahora, independientemente de nuestras creencias y del grado de implicación que tengamos en el feminismo. La sororidad es el sentimiento más compasivo que podemos sentir hacia las demás mujeres, independientemente de la opresión que las atraviese, e incluso puede ser una herramienta de compresión hacia aquellas mujeres que, aún siendo más privilegiadas que nosotras, siguen sufriendo la opresión que el patriarcado nos impone a todas, aunque ni ellas mismas sean conscientes. Sí, hablo de las mujeres con machismo interiorizado. 


He aprendido en estos años que no hay un único feminismo, sino que hemos de hablar de feminismos. Incluso aunque hablemos de feminismo interseccional, cada uno de los feminismos que enmarca ese término tienen sus propias luchas. Es probable que a las mujeres blancas se nos escape la profundidad de las reivindicaciones de las mujeres racializadas, pero no por ello pierden su legitimidad. Y nos encontraremos un feminismo abolicionista, que pretende la abolición de la prostitución, y un feminismo que no entiende la lucha sin las prostitutas. Y está bien, todo lo que suponga luchar contra el patriarcado, nos acerca a la igualdad. Creo que no debemos olvidar que todas estamos en la misma lucha y que «la de al lado es compañera, no competencia». 


Una de las herramientas que los hombres han utilizado contra las mujeres ha sido la fraternidad. El poder reunirse, apoyarse, ayudarse, auparse, guiarse y conspirar les ha facilitado la construcción de su propia identidad y la del conjunto, y construir un argumentario sólido y unificado contra las mujeres una vez las tienen enfrente. El machismo no tiene corrientes, ni grupos segregados enfrentándose entre sí. Es el status quo que todo el mundo conoce muy bien y que incluso muchas mujeres temen perder y defienden. Para combatirlo, es necesario hacerlo desde un frente común, no desde la escisión. Es imperativo que las mujeres utilicemos la comprensión y la compasión para escuchar a nuestras hermanas, para tratar de entender de dónde nacen las demandas e ideales de cada una, para encontrar el consenso y avanzar, y no quedarnos estancadas en la lucha interna (que, por otro lado, es muy necesaria para fomentar la autocrítica y la mejora). 

Amigas por Madrid. Fotografía de Elena Castro.

Pero, más allá de la lucha política pública, es necesario que en nuestra vida privada practiquemos la sororidad, porque ya bastantes etiquetas y sambenitos nos cuelga el patriarcado como para contribuir nosotras mismas a ello. Piensa en las mujeres que te rodean y en la relación que tienes con ellas. Ahora, piensa en aquellas mujeres que te despiertan sentimientos negativos, aquella amiga con la que ya no tienes trato, esa cuñada con la que mantienes una relación distante, aquella famosa que has juzgado… ¿De dónde crees que nacen esos sentimientos? ¿Puede haber un juicio patriarcal en ellos, del que no has sido consciente? Si ejercitas tu compasión, ¿puedes entender el lugar desde el que han hecho aquello que te ha molestado? ¿Te gustaría ser comprendida por las demás mujeres si se diera el mismo caso? Si la respuesta es sí, quizá puedas ser tú la primera en empezar ese ejercicio de comprensión e indulgencia, y «ser el cambio que quieres ver en el mundo». 


Pues de esto va Cajón Sororo, de ejercitar la comprensión y la compasión (¿has contado cuántas veces he dicho cada palabra? 😂), de crear un espacio seguro y cálido donde nuestra voz sea escuchada y nuestras inquietudes y preocupaciones tenidas en cuenta. ¿Que hay un guiño a Miriam Díaz Aroca y su Cajón Desastre? Ni confirmo ni desmiento 😂 


Quiero, por último, recordar que esto lo hago por mí, porque siempre he necesitado comunicarme, porque me gusta divulgar, porque quiero tener un lugar en el que verter y organizar todos los conocimientos que voy adquiriendo sobre feminismo e igualdad. Pero también quiero que te aproveches de este espacio como mejor te convenga. Que tomes aquella información que te atañe, que te replantees lo que quieras, y que te sientas acompañada y escuchada. La crítica será bienvenida, siempre que nazca del cariño y de la intención de aportar. 


¿Qué me dices? ¿Nos veremos por aquí?